Lucía y sus tres amantes

Un encuentro en un callejón oscuro de Curundú fue escenario de la verdad
  • lunes 22 de abril de 2024 - 1:00 PM

En el corazón del bullicioso barrio de Curundú, donde las calles estaban impregnadas de risas, música y el aroma tentador de la comida callejera, especialmente la venta de pescado frito con patacones, vive Lucía, una mujer de espíritu libre y una belleza que deslumbraba a todos los que la conocían. Pero detrás de su encanto, Lucía guardaba un secreto: tenía tres amantes.

En las estrechas callejuelas de su barrio, la gente susurraba sobre las visitas nocturnas que recibía Lucía en su departamento ubicado en los edificios nuevos de Curundú. Algunos la envidiaban, otros la juzgaban, pero ella no parecía preocuparse por los murmullos. Después de todo, ¿qué importaba lo que pensaran los demás cuando se sentía tan viva y deseada?

Lo que la gran mayoría se preguntaba es a cual de sus tres amantes amaba, porque a todos los trataba de una manera espléndida, especialmente en la cama donde vivían noches de mucha pasión.

Sin embargo, lo que Lucía no sabía era que sus tres amantes, Pedro, Miguel y Carlos, habían descubierto su engaño. Cada uno había caído en su hechizo, pero ahora, unidos por la traición, decidieron poner fin a sus mentiras.

Una noche, mientras Lucía se preparaba para su próxima cita, una llamada inesperada la interrumpió. Eran Pedro, Miguel y Carlos, todos hablando al unísono, exigiendo una reunión urgente en un lugar tranquilo de Curundú.

Intrigada y un poco nerviosa, Lucía se encontró con ellos en un callejón oscuro. Los hombres la rodearon, con miradas que mezclaban el dolor y la furia. Lucía intentó disculparse, explicar sus motivos, pero sus palabras se perdieron en el aire tenso.

Fue entonces cuando los hombres revelaron su plan. Habían urdido una trampa para ella, una manera de hacerle pagar por su traición. Cada uno de ellos había fingido no saber de los otros, esperando pacientemente el momento adecuado para confrontarla.

Lucía se sintió acorralada, atrapada en su propia red de mentiras. ¿Cómo pudo ser tan ingenua? Se preguntó mientras los hombres continuaban con su acusación. Su corazón latía con fuerza, temiendo lo que vendría después.

Pedro, el primero en hablar, le entregó una carta. Lucía la leyó con ojos llenos de lágrimas, era una confesión detallada de todas sus citas clandestinas. Miguel sacó un teléfono y mostró una serie de mensajes comprometedores que Lucía le había enviado. Carlos permanecía en silencio, con una mirada de decepción en sus ojos.

Lucía se derrumbó, sintiendo el peso abrumador de su engaño. ¿Cómo podría reparar el daño que había causado? Los hombres la dejaron sola en el callejón, con el eco de sus acusaciones resonando en sus oídos.

El rumor de lo ocurrido se extendió por todo Curundú como un reguero de pólvora. Lucía se convirtió en el centro de atención, pero esta vez no era por su belleza o encanto, sino por su traición.

Los días que siguieron fueron difíciles para Lucía. Se encontraba sola, abandonada por aquellos a quienes había engañado y despreciada por aquellos a quienes había traicionado. Se preguntaba si alguna vez podría redimirse, si alguna vez podría recuperar la confianza de quienes la rodeaban.

Con el tiempo, el bullicio del barrio volvió a la normalidad, pero Lucía ya no era la misma. Aprendió una lección dolorosa sobre la importancia de la honestidad y la lealtad, y aunque el camino hacia la redención sería largo y difícil, estaba determinada a recorrerlo.

Y así, en el corazón del barrio donde se ubica el estadio de béisbol Juan Demóstenes Arosemena, Lucía comenzó su camino hacia la redención, una paso a la vez, con la esperanza de algún día encontrar el perdón y la paz que tanto anhelaba, pero sobre todo el amor verdadero.

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