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Curiosidades

El caco y la tonta

El caco y la tonta

sábado 22 de octubre de 2016 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Dicen que cuando la de abajo se alborota, la de arriba no piensa

Dicen que cuando la de abajo se alborota, la de arriba no piensa. Por eso, todas, y, sobre todo, las mayorcitas con buen sueldo o bienes, deben ser desconfiadas como un prestamista, duras como el hombre que ya no está enamorado, astutas como una zorra vieja y calladas como la madre de Cristo. En peligro frecuente están esas que sueltan la lengua con quién sea y adonde lleguen, hablando de cualquier cosa, hasta de lo que no saben, pero hablando; a esas las está vigilando el cazamujeres porque sabe que caen con facilidad, tal como le pasó a Sobeida, de varios añitos, poco agraciada y medio chiflada. Conoció a Justo en un bus y enseguida le metió conversación, lo que aprovechó el bellaco para averiguar cómo andaban las finanzas de la hablantina, y se le hizo agua la boca. ‘A esta la enamoro, me la llevo para mi casa y luego la engrampo en un préstamo', pensó Justo y antes de una semana la mudó para su vivienda.

Grande fue la desilusión cuando supo que a la vieja, como la llamaba él, no le prestaban porque tenía media vida embargada, y la acosó con peleas diarias hasta que una noche, furioso porque la jugada le había salido chueca, la echó del hogar acusada de haberle robado un dinero que, según él, tenía guardado en un tanque de semillas de arroz. ‘Te doy 90 días para que me pagues esa plata o te meto presa', le advirtió. Y se fue Sobeida, llorosa y preocupada por el robo del que la acusaba su papi. Antes del plazo dado por Justo, la lotería le sonrió a carcajadas a Sobeida, quien se ganó un billetito que hizo efectivo al día siguiente. Con la platita en la mano se fue derechito a la casa del ex, evidenciando con esa actitud su autoestima en cero y corroborando también que el amor no solo es ciego, sino bruto, porque llegó humilde preguntándole a Justo cuánto era lo que ella le había robado. Su lengua larga no pudo aguantarse la noticia de la lotería, con detalles le contó lo del billetito, y Justo aprovechó el dato para decirle que el premio era justamente lo hurtado por ella. En un segundo, la plata cambió de mano. Sobeida aprovechó la alegría de Justo para quedarse de nuevo. Le contó que en pocos meses salía de una de las deudas grandes y él pensaba armarse de paciencia mientras esperaba que los bancos le dieran el sí a la pobre Sobeida, quien también le comentó que quería descansar por un tiempo de esos recortes a su maltrecho chequecito.

Justo no le paró bola a los deseos de su mujer y apenas salió de un préstamo, la enganchó con otro mayor. Pero el mundo se le vino encima cuando Sobeida dijo que los documentos de la finca y del carro que compraran con ese dinero, estarían a nombre de ella. No jodas, le gritó. ‘No me jodas tú', le advirtió Sobeida, que ya estaba asesorada por Víctor, su cuñado y hermano de Justo. Cuando recibieron el botín, Justo fingió más cariño que nunca y la convenció de que guardaran la plata en la casa, ‘yo no confío en los bancos', repetía para venderle la idea de poner los verdes debajo del colchón. La convenció con un numerito rápido e intenso, y el producto del préstamo pasó de la cartera de Sobeida al colchón. ‘Aquí está segurito mientras arreglamos lo de la compra del carro y de la finca', repetía Justo. A medianoche se oyó el estruendo en la parte externa de la casa. Despertaron ambos y vieron a los enmascarados apuntándoles con arma de fuego. Los sacaron a la fuerza y luego prendieron la casa. Sobeida amaneció donde una comadre, y Justo en la casa materna. Ahí supo que Víctor se había ido para la capital esa madrugada. Entonces comprendió que él le había robado la plata del préstamo de Sobeida, de quien no quiso saber más, porque ‘esa vieja ya está más que ordeñada'.

Abusador: Mis apuros son los tuyos.
 
Deberes: Si el hombre está jodido, la mujer debe resolver.
 


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